17.5.04

Un día en la vida de Alexei Navarro

Tal vez si nos parásemos un momento a pensar de dónde provienen todos nuestros males de adulto, ésos de los que tanto nos lamentamos cuando nos encontramos a solas y a oscuras, nos daríamos cuenta de que hubo un tiempo más o menos remoto en nuestra historia particular en el que empezamos a ser las personas en las que luego nos convertiríamos. Entonces, con la perspectiva que da el tiempo, veríamos que todo empezó en ciertos momentos, instantes cruciales, en los que nuestra personalidad comenzó a tomar forma como un trozo de mármol a manos de un escultor novato. Y tal vez comprobaríamos horrorizados que el resultado de tanto improvisar, de tantos golpes a ciegas, fue esa escultura deforme que después nadie quiere reconocer como propia, ese desconocido que vive en nosotros y al que tardamos toda una vida en comprender.

Muchas noches pasó Alexei pensando que, si algo tan maravilloso como eso fuera posible, volvería atrás en el tiempo y ajustaría una por una todas esas tuercas que se dejó por apretar y que ahora hacían que toda su personalidad traqueteara. Sentía entonces que él mismo era como una máquina mal ensamblada, un artefacto defectuoso en el que muchos movimientos no estaban permitidos a pesar de venir incluidos en el libro de instrucciones. Pensar que si pudiéramos volver a empezar nuestras vidas sabiendo todo lo que sabemos ahora nada volvería a ser igual es un pensamiento bastante frecuente, y tampoco Alexei se había librado de tenerlo más de una vez.

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